Lugar: Mirador del Chorro (Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y las Villas).
¿Qué es? Mirador sobre cortados de caliza.
¿Qué ofrece? Observación de aves, especialmente buitre leonado y chova piquirroja.
Acceso: Desde La Iruela (Jaén) por pistas forestales.
Nos encontramos en el Parque Natural de la Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas, en su extremo sur. Nuestro objetivo de hoy es observar con calma los buitres leonados, así que vamos en busca del mirador del Chorro.
Desde La Iruela nos dirigimos en dirección sur por la carretera de la ermita de la Virgen de la Cabeza. Un poco más adelante de la ermita nos encontramos con un par de miradores en los que vale la pena parar. Las vistas hacia el oeste abarcan el castillo de la Yedra (Cazorla) y el de las Cinco Esquinas, en lo alto del monte, así como las grandes extensiones de olivares. Seguimos ascendiendo a media ladera de la Peña de los Halcones. La carretera pasa a ser una pista de tierra. En unos 11 km llegamos a la caseta forestal del Chorro, a la izquierda de la pista. Podemos dejar aquí el coche o un poco más adelante donde hay un aparcamiento y un observatorio de aves.
Desde el aparcamiento nos acercamos hacia los cortados de roca caliza, una pared con alturas verticales de hasta cien metros de caída (estamos a 1300 msnm). Por la zona central desagua el arroyo del Chorro que cae formando una cascada. Su nacimiento se sitúa a nuestras espaldas, en la ladera del Gilillo, uno de los picos de mayor altitud en la zona, con sus 1848 metros.
Es en estos cortados donde se encuentran a sus anchas algunas emblemáticas especies de aves. Las más escandalosas son las chovas piquirrojas que se mueven en grupos bordeando las paredes con sus característicos gritos, especialmente en el mes de abril, época del cortejo. Igualmente son numerosos los aviones roqueros. Con suerte también podremos ver alimoche, quebrantahuesos (reintroducido en la Sierra) o águila real.
Pero el rey en los cortados es el buitre leonado. Varias parejas instalan en estas paredes, en sus grietas y oquedades, sus nidos y posaderos, delatados por las manchas blancas sobre la roca. Resulta espectacular seguir sus vuelos paralelos al acantilado y su esfuerzo hasta conseguir posarse, apoyándose en las corrientes de aire que se forman. Si a esto le sumamos que aquí los vemos "desde arriba", la panorámica del lugar es fantástica para un observador de aves e ideal para fotografiarlos.
Aprovechamos para echar un vistazo al entorno, en el que podemos identificar distintas especies de carboneros y herrerillos, picapinos, colirrojo, etc. Mirando al suelo, algunas calizas contienen fósiles de cuando estas rocas eran fondo marino (resiste la tentación de llevártelos, estamos en un espacio natural protegido).
En un tramo del balcón existe un murete de piedra que nos protege, pero no en el resto de los acantilados, por lo que es imprescindible extremar las precauciones y no acercarse al borde, especialmente si estamos con niños.
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